Monday, February 16, 2009

A la mitad

Instalada en la agudeza olfativa moderada, suceden otros varios
cambios, a diferencia de los tres primeros meses que es un constante
torbellino de sensaciones y percepciones, en esta segunda etapa el cuerpo va asimilando el cambio hormonal y empieza a ser más consecuente con uno, y uno a estar
más dispuesto y acostumbrándose a esperar la incertidumbre que viene.
En la primera parte de la segunda etapa, el cuerpo empieza a tener sus
cambios más notorios, en mi caso la desaparición de la cintura sucedió
desde mi nacimiento, desgraciadamente no he tenido el gusto de gozar
esa demarcación lineal, así que ese no fue un nuevo síntoma para mí.
Sin embargo, puedo orgullosamente decir que ya sea por genética,
ejercicio o alguna otra razón nunca he tenido panza hasta ahora.
Empecé con una ligera "lonja" alrededor, nada alarmante a simple vista
pero sí se notaba un calibre mayor. Estaba en la etapa entre un
aspecto "chobi" o una gran comida atorada, todavía tenía plena
libertad de movimiento. Tan mejorada me sentía que decidí retomar el
ballet, iba diario y aunque el equilibrio me empezaba a fallar en los
balances todo salía excepto los saltos que prohiben en esta situación.
Pasaban las semanas y los cambios fueron muy amables, hasta entonces
entendí que habían pasado los años y aunque me sintiera, todavía, de
19 años por momentos, no cabe duda que esa edad es el florecer
absoluto. Notoriamente se me dejó de caer el pelo, se sentía más dócil
y por primera vez siento que tengo una mata de pelo y no una pelucita
rizada que a mi bien da aspecto de volumen. Mi piel se volvió suave,
muy tersa; los hombros eran suvecitos y retomaron una juventud
inusitada. El cutis tomó un aspecto rozagante con ligeras chapitas al
natural, un brillo jovial y fue cuando constaté que las embarazadas
tienen una luz especial y única. En efecto me sentía muy bien, como
haber confundido al tiempo y regresar a un cuerpo de puberta a mis
casi treinta años. De alguna manera pude entender a los hombres que
ven a las estudiantes de prepa como todo un símbolo sexual. Un poco así
me sentía, por fortuna para mi propio ego. Poco a poco la panza dejó
de ser una "llantita decorativa" y empezó a tomar consistencia. Al
principio es suave pero con el pasar de las semanas, alrededor de la
16, durante una clase de yoga me di cuenta de que había un
impedimiento para el libre movimiento; cuando me quise doblar hacia al
frente, una protuberancia se encajaba debajo de mis costillas. Algo
duro, puedo decir, y desde entonces, comencé a notar el incremento de
mi circunferencia y la suavidad de ésta la estaba perdiendo. Con
constancia y calma la panza incrementó y la contundencia absoluta de
que no nada más es un bulto o mera hinchazón, fue, más o menos en la
semana 22, cuando sentada en la cama leyendo, de pronto un movimiento
dentro de mí me hizo saltar, gritar y aventar mi libro. El bebé se
había movido drásticamente. Me asusté, nunca antes había sentido algo
"ajeno" DENTRO de mí y moverse. Fue una sensación alucinante,
enseguida me reí mucho de mi reacción, Jair estaba al lado de mí y lo
invité a sentirlo, puso su mano sobre la panza y al siguente
movimiento, todavía no acostumbrada volví a gritar y saltar, Jair no
pudo sentir. Después de este evento tan claro comencé a darme cuenta
que en realidad hay ligeros movimientos durante todo el día pero la
sensación es más como si yo fuera una pecera y de pronto pasaran
pececitos rozando el vidrio. Con el pasar de las semanas la intensidad
va incrementado pero es muy sutil, uno se vuelve atento a esos
movimientos, pues son más patentes. Eso sí, desde entonces no me he
vuelto a sentir sola.
En cuanto a la comida y antojos, después del tercer mes tenía HAMBRE,
comí muy bien, la carne entró en mi dieta casi a diario en forma de
taco de asada y era la única forma en que me sentía saciada, antes
podía comer y comer y aunque llena, no satisfecha. Los antojos creo
que son un mito, más bien son preferencias. En efecto, sí han cambiado
mis gustos hacia lo salado-limón-chile-vinagre pero no como obsesión
sino como alternativa en el menú; el dulce se ha quedado fuera. Los
gustos cambian yo creo que por necesidades del cuerpo, el cual sabio
pide, el asunto es ser lo suficientemente paciente y sensible para
escucharlo. El olfato, al estar más detallado te permite conectar con
lo que comes y te gusta, por alguna razón los sabores amargos aunque
siempre han sido de mi agrado ni el café ni el chocolate amargo
estaban en mi repertorio, ahora se incorporan sin ser los favoritos
pero existen en mi haber.
Queda la última etapa, tal vez la más emocionante.